domingo, 23 de diciembre de 2012

Delicatessen (las peras y el olmo)

Llega el acto de fin de curso del nene en la escuela. Ha terminado la escuela primaria. Por esto, más que acto de fin de año, es un acto de graduación. Los niños van a recibir su diploma de séptimo grado y una medalla recordatoria de su paso por la escuela. Sobre el escenario están las dos directoras: la que se hace la progre y la más inteligente. Junto con cada niño, sube su familia, que recibe la felicitación porque su vástago adorado terminó la primaria y posan luego para la foto familiar.

Subimos todos detrás del niño: nosotras, la nena y el padre con su nueva familia y nuevos hijos. La directora piola nos besa, nos abraza, nos felicita. La progre nos saluda con sonrisa falsa y dice asombrada: "¡Ah, son una banda* ustedes!"

* grupo muy grande de gente.

jueves, 20 de diciembre de 2012

De la naturaleza de lo doméstico y sus cosas

El 26 de diciembre del año pasado comenzaron formalmente las reformas de la casa. Me mandaron por un par de días fotos alarmantes de paredes que habían dejado de existir, habitaciones que ya no eran. Casi como un tango, digamos.Pasó todo un verano en el que seguimos discretamente la evolución. Pero el verano es largo y los ánimos se tensan en una ciudad como Buenos Aires con 40º a la sombra. Nos fuimos de viaje y volvimos.

Llegó febrero. Pasó la primera semana y el límite de entrega. Casi iba pasando la segunda. Llegaron las llaves pero en esa casa los zócalos levitaban (porque no los habían atornillado) y el segundo baño se volvió sólo un buen deseo: desistalación inmediata porque los good fellows que hicieron el trabajo consideraron que si salía agua por donde no debía, se arreglaba con un pegote de silicona y dejando que drenara hacia el piso de abajo.

Pasó un febrero agotador, en el que perdimos todo norte. Vivimos cargando paquetes que nos duplicaban en volumen y peso, con un cansancio crónico que nos doblegaba.  Llegó marzo y llovió mucho. Casi en sus finales nos dimos cuenta de que habíamos salido una tarde de sábado sin tener que ir a la pinturería ni volver con una caja de cerámicos a cuestas. Parecía un milagro.

Lo cierto que se fue abril y las Pascuas. Nos fuimos de viaje y volvimos y recién a fines de mayo nuestro segundo baño pudo ser realmente un baño.

Tardamos en acostumbramos. El nene al recibir la noticia de que funcionaba el segundo baño, nos preguntó con sorpresa "¿Sí? ¿Y en dónde?". A la mañana siguiente hubo que que pensar un segundo antes de comprobar que no debía esperar a que se desocupara el baño blanco, sino que podía recurrir al verde.

¡Qué superadas nos sentíamos entonces! De todas formas, la verdadera victoria sólo llegó a fines de agosto, al terminar de colgar el último cuadrito que cerraba una complicada composición en una de las paredes del hall. 

Fuimos a la reunión de padres del colegio de la nena y tuvimos un diálogo digno de la mejor de las fantasías. Luego de presentarnos a la profesora de Artes Visuales (mamá-pareja-de-la-mamá) para que nos dé una semblanza de cómo había trabajado la retoña. La profesora nos da un beso y dice que ella también es lesbiana y que la nena (que siempre está en avant garde del mundo) ya le había contado que vivía con nosotras. Contrastamos esa experiencia frente a una de las directoras del colegio del nene, quien, advirtiendo que estaba teniendo una entrevista con una pareja, se empacó en preguntarle a la mamá del nene qué la preocupaba, qué pensaba de lo sucedido.

Promediando el segundo semestre, nos casamos. No adoptamos un segundo gato por el momento. Pusimos una red millonaria en el balcón para que no se nos cayera la gatita que ya tenemos ni yo me infartara al verla haciendo equilibrio en la baranda. Hicimos muchas reuniones en casa. Juntamos amigos, comimos cosas riquísimas. Nos quedamos sin luz unas cuantas veces, pero seguimos  haciendo de anfitrionas a la luz de las velas. Volvimos a Easy, pero a comprar macetas y comprobar que habíamos vencido al enemigo. 

(...)

Parece que mañana se acaba el mundo o, al menos, el mundo conocido. Adelanto por eso un poco el consabido balance de fin de año. Just in case, digamos...

martes, 11 de diciembre de 2012

El olor de la madera y la letra

Creo recordar, también recordando que todo recuerdo es encubridor, el olor de la cera y el color de las tablitas del parquet de lo que fue el departamento en el que viví en la primera infancia. Me recuerdo acostada panza abajo, con una mejilla apoyada en la madera del suelo y pasando el ojo por cada uno de los títulos del estante de abajo de la biblioteca que estaba en el living. Mis abuelos habían hecho encuadernar la mayoría de los libros. ¿Se usaría hacer eso en aquella época? ¿Era una manía familiar? No puedo responderlo ni tengo a quien preguntárselo. 
Todos los lomos de los libros se veían verdes (o bordó, según el estante) y tenían título y autor escrito en letras doradas. Ahora me parece rimbombante, en aquella época sólo me parecían libros. Los libros en general debían de ser así.
Yo leo "La Peste", pregunto a mi mamá y me dice que es un libro sobre la guerra. ¿Me puede leer un poco? No, es un libro para grandes, como todos los que están ahí. Evidentemente yo podía leer el título pero no el contenido. Yo era realmente chica, porque todavía no nos habíamos mudado a Buenos Aires. No había comenzado a ir todavía al jardín.
Escribo esto y veo a la gata remoloneando sobre el sofá que está delante de esa misma biblioteca. Mudanza tras mudanza, ciudad tras ciudad, fue cambiando de dueños y terminó en esta casa familiar mía.Ella o su gemela, porque había dos de estas bibliotecas que un tío mío, canario pero radicado en Argentina, se había mandado a pedir a las islas con lo que ene se momento era la colección completa "Austral" de Espasa Calpe. Pero todo eso es claramente otra historia.
Hoy día "La Peste" es una de mis novelas favoritas y tiene uno de los finales que más me impactaron dentro de la literatura que he consumido. Ya alguna vez escribí sobre eso de mis finales de novelas favoritos. Nuevamente les dejo este: 

"El bacilo de la peste nunca muere o desaparece completamente ... puede permanecer adormecido durante por docenas de años en muebles o ropa... espera pacientemente en dormitorios, sótanos, troncos, pañuelos y papeles viejos hasta el día en que, por instrucción o desgracia de humanidad, la peste despertará sus ratas y las enviará a morir en alguna ciudad dichosa."

No se trata estrictamente de la guerra, pero sí los autores han elegido ocuparse de la peste en época de guerras, como símbolo de la guerra (no voy a hacer cronología, pero debería comenzar por Tucídides y la Guerra del Peloponeso, con la descripción de la peste en Atenas).  Me quedaré con la duda de cómo un par de cursadas de Griego dilucidaron las misteriosas palabras de mi madre hace tantos años. Sí se trata de una de las mejores novelas que pude leer. Cayó en mis manos por obligación, cuando yo era muy jovencita. El correr de los años la dejó permanecer en el mismo lugar de honor.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Nombres secretos

No tengo tiempo para nada y vengo de un día complicado: el calor, las porquerías que pasan con los subterráneos en Buenos Aires aún no estando hoy de paro, llegar a casa y que hayan cortado la luz. Nada  resulta muy colaborador. Salgo del trabajo con una lista de libros para que me pasó por whatsapp una amiga que vive lejos. Salgo del trabajo, me tiento con los ramos de jazmines que venden por todos lados y me meto en una librería, listita en mano. Compro y regreso a casa sin los jazmines (no van a llegar vivos después de una viaje en subte) pero con un ánimo mejorado. Tal vez porque su extensión viene de perlas para mi falta de tiempo, leo de prestado uno de ellos:  Desarticulaciones de Silvia Molloy. 

El tema podría ser espeluznante pero Molloy escribe que es una delicia: una amiga de muchos años se va perdiendo a sí misma por el Alzheimer. Por más de cuarenta años compartieron una amistad, lecturas, escritura y alguna relación de pareja. Una ya casi no está y la otra escribe cómo es eso de ir perdiéndola. O reteniéndola al poner por escrito los recuerdos que ya no van a poder compartir. ¿Cómo asisitir a la degradación de quien siempre había sido freudianamente certissima para la otra?

Me conmovió todo, pero especialmente este capítulo.¿Cuánto de nosotros perdemos al perder a quien amamos?


Nombres secretos

Dos personas que se quieren se inventan nombres, apelativos absurdos basados en algún secreto o alguna experiencia compartida de la que nadie sabe, nombre a veces infantiles, muchas veces obscenos, ridículos: es el lenguaje del amor, intraducible. (...) Pienso a veces cuando la visito que ella  tenía un nombre para mí, también secreto, que dejó para siempre de usar cuando yo puse fin a nuestra relación. Pienso a veces que en algún lugar de esa memoria agujereada debe estar ese nombre, y así como decimos Pablo cuando queremos decir Pedro, algún día se le escape. Nunca ha ocurrido ni posiblemente ocurra: la censura provocada por el despecho acaso sea la última en irse,  junto con las buenas maneras.