viernes, 28 de septiembre de 2012

S/Título

Ella es mía. Me di cuenta en cuanto la conocí en esa vereda helada y embanderada. En todas las fotos que le saqué sin haberle puesto su remitente. Ella es mía porque la adoro. Y es una posesión necia y obtusa y blablabla, pero no la hace menos mía. Cuando me dijo quedáte conmigo y yo lo escuché pero no supe qué responderle, también supe que, en buena medida, ya era mía.
Esa comprobación sincroniza las esferas. Muchas veces en muchas mañanas o tardes termino de explicar alguna vuelta del Quijote, un verbo, qué es una falacia, o por qué dos aplazos nunca dan un aprobado, con una sonrisa en la boca porque, así nomás, me empieza a subir por la cintura una confirmación y me pongo contenta. Ella es mía. Y agradezco cada collar  y cada beso y cada mañana (aunque nos levantemos al alba) desde que me hice adicta al desayuno de sentado a la mesa con platos y todo. Me parece tan linda, así,  tan rubia o pelirroja, según le dé el sol. Transparente a fuerza de ser blanquísima siempre. Con la que tan bonita foto para los united colors hacemos.
Lejos, lejísimos, en el culo del mundo o acá nomás frente al río. En el restaurante exclusivo o de pic nic. En  Pocitos aunque sea invierno y, para colmo, nublado. Ella es mía.



lunes, 24 de septiembre de 2012

Ella es la flor más bella

Es una gatita hermosa, hermosa. Disfruta de las caricias, le gusta estar a upa. Ronronea y da besos.
Tiene muy buen carácter y es un poco malcriada... un poco, al punto de no permitir que nos quedemos en la cama un fin de semana más allá de la hora en que ella considera prudente. De lunes a viernes nos despertamos muy temprano. Ella se despereza, le hace un mimo a la que se queda en la cama unos minutos más y salta al suelo para reclamar su desayuno.
Los fines de semana ella está persuadida de que permanecemos demasiado tiempo en la cama y por eso, pasadas las 6 comienza su ritual: maúlla, se sube a los muebles, elige como víctimas propiciatorias algunos objetos (mis anteojos, preferentemente) y comienza a tirarlos de la mesa de luz o del escritorio.
El sábado a la mañana, coronó su estrategia intentando subirse a un estante de la galería que tenía tres cactus pequeños, uno grande, una planta de ajíes, una alegría del hogar, un palmito, una calanchoe rosada (flamante regalo de cumpleaños). Cada una de las plantas estaba en una maceta pintada a mano, todas cuidadosamente, amorosamente elegidas para engalanar ese rincón bonito de la galería. Es más, dos de las macetas más grandes eran nuevas, porque habían sido compradas muy recientemente para reponer las que había volado al carajo el tornadito que pasó por Buenos Aires unos meses atrás.
Resumiendo, la gatita intentó subirse, el estante estaba flojo... El ruido resonó a 100 metros a la redonda. No quedó ni una planta dentro de su maceta original. Tres se hicieron polvo. Un cactus perdió parte de lo que parecía ser su cabeza.
Y todo el resto, es literatura.


Gajo de la calanchoe mutilado por el golpazo que espera mejor suerte en su vasito con agua